El lince ibérico es una de las especies más emblemáticas de la Península Ibérica y a su vez el felino más amenazado del planeta. En 2015 sobreviven algo más de 300 ejemplares en libertad, aunque estas cifras van en aumento gracias a la gestión de las distintas Administraciones Medioambientales, el apoyo de los proyectos LIFE Iberlince y la generosa colaboración de los propietarios privados.

El lince ibérico (Lynx pardinus, Temmick, 1827) forma parte de la línea evolutiva de los grandes carnívoros (tigres, leones, jaguares y leopardos) de los que se separa hace tres o cuatro millones de años. Por su apariencia física, de una manera intuitiva frecuentemente se asocia a cualquiera de las otras líneas de felinos existentes, pero el lince ibérico está más próximo a un tigre que a un gato en la escala evolutiva.

Este felino, se caracteriza por su aspecto robusto, sus patas largas y su cola corta con una borla negra en el extremo y que suele mantener erguida batiéndola en momentos de peligro o excitación.

Sus orejas están rematadas por unos característicos pinceles compuestos por pelos negros rígidos cuya finalidad posiblemente sea la de descomponer la redonda silueta de su cabeza, favoreciendo de este modo su mimetismo.

También son características las patillas que cuelgan de sus mejillas y que aumentan progresivamente de tamaño con la edad. Los jóvenes de pocas semanas carecen de patillas y casi de pinceles y en los individuos de un año ya aparecen las patillas, aunque cortas, que apenas cuelgan por debajo de la barbilla. Los machos tienen las patillas más largas que las hembras.

Su coloración varía de pardo a grisácea con los flancos moteados de negro. Existen tres patrones de pelaje que suelen estar relacionadas con las zonas donde habitan, aunque gracias a su expansión, a través de la reintroducción de ejemplares nacidos en cautividad, acabarán representadas en toda la Península Ibérica.

  • Mota fina: con numerosas manchas de pequeño tamaño y repartidas uniformemente y de manera densa, que tienden a concentrarse en los flancoslaterales.
  • Mota gruesa A: Las manchas son de mayor tamaño y tienen cierta tendencia a disponerse en líneas, apareciendo dos o más parejas de motas de mayor tamaño a nivel de los hombros.
  • Mota gruesa B: Las motas son del mismo tamaño que en la mota gruesa A, pero no se aprecia ninguna ordenación específica ni las manchas de los hombros.

Los individuos adultos presentan un claro dimorfismo sexual en su tamaño y la longitud de los penachos de las orejas y de las patillas. Sin embargo, machos y hembras son muy similares en tamaño durante el primer año de vida.

Las plantas de sus patas son anchas y almohadilladas y le permiten desplazarse silenciosamente.

El lince ibérico se encuentra exclusivamente en zonas muy restringidas de España y Portugal.

El hábitat principal del lince ibérico lo constituyen las áreas de bosque mediterráneo bien conservadas, aisladas de la actividad humana y con abundante matorral.

En la actualidad y gracias a los programas de conservación y reintroducción hay presencia de linces en Andalucía, Castilla la Mancha, Extremadura y Portugal.

El lince ibérico es el único carnívoro considerado como especialista en conejos. Esta especie le aporta del 80 al 90% de su alimentación. También consume anátidas, ungulados, perdices, micromamíferos y aves. La aparición de estas presas en su dieta depende de la época del año, de la disponibilidad de presas y de la zona.

Los linces adultos regentan territorios que pueden solapar en gran parte con los contiguos de adultos de sexo contrario y en menor medida con los de su mismo sexo. Los tamaños medios rondan las 600 Ha, pero se conocen territorios mucho más amplios circunscritos a espacios de baja calidad.

Los linces tienden a defender territorios de la menor superficie posible que les garantice alimento para subsistir. Así, cuanto mayor calidad tenga el hábitat (es decir más conejos y monte mediterráneo conservado presente) menor es el territorio, ya que encuentran los recursos necesarios en menos superficie.

Es un ágil cazador. Se aproxima sigilosamente a la pieza y salta sobre ella con rapidez. Menos frecuentemente espera oculto a que pase cerca una pieza.

Cuando las temperaturas máximas aumentan, los linces pasa más tiempo descansando, al contrario que con las precipitaciones. Los linces juveniles son básicamente crepusculares y diurnos, con un aumento de su actividad nocturna después de su primer año de vida.

Durante el invierno, los linces pueden tener actividad durante las 24 horas del día, contrastando con sus hábitos casi estrictamente nocturnos en verano.

Las hembras pueden reproducirse a partir de los dos años, aunque suele ocurrir con más edad por no haber conseguido normalmente establecerse antes. Los linces entran en celo una vez al año, aunque no siempre son capaces de sacar camadas. Es frecuente que algunos jóvenes subadultos (principalmente hembras) de la camada del año anterior permanezcan y colaboren en la crianza de nuevos cachorros de su progenitora. En ocasiones madre e hija comparten territorio durante años, escindiéndose o terminando por abandonarlo la madre cuando termina la edad reproductora.

El celo comienza entre enero y febrero, adelantándose en regiones meridionales. El lince es un animal de hábitos solitarios, aunque en esta época del año suele permanecer con su pareja. Las madrigueras se hacen en lugares bien protegidos y escondidos como roquedos, árboles huecos, etc.

La gestación dura 62 ó 63 días, tras la cual la hembra pare una media de 2 crías. Es la madre la que se hace cargo de los pequeños. A las cuatro semanas suele cambiar de madriguera, y a los dos meses las crías son capaces de acompañar a su madre en las cacerías.

En otoño comienza la fase de dispersión, durante la cual los individuos juveniles abandonan el territorio natal. Su capacidad de dispersión puede llegar a ser considerable, atravesando zonas de regadío o plantaciones de eucalipto. A pesar de esto, es demasiado frecuente que estos jóvenes se encuentren con numerosas barreras infranqueables como carreteras, pozos, cepos y lazos, y no lleguen a su destino.

El lince ibérico llega a vivir de 10 a 15 años.

El lince fue perdiendo territorio debido generalmente a la caza y su persecución y a las infraestructuras humanas, y por tanto las poblaciones se han ido separando paulatinamente unas de otras hasta llegar a estar totalmente incomunicadas, fragmentadas y aisladas por barreras de distintos tipos que impiden el intercambio genético entre poblaciones.

Además de la fragmentación de las poblaciones, se enfrenta a otros problemas, como los siguientes:

  • El descenso de las poblaciones de conejo por enfermedades como la mixomatosis o la neumonía hemorrágico-vírica.
  • La pérdida de su hábitat, típicamente de zonas de cobertura vegetal densa y baja densidad humana, a la que han afectado también las repoblaciones con especies de crecimiento rápido (pino, eucalipto) que evitan la proliferación de matorral, así como la ganadería intensiva con la consiguiente sobre-explotación del estrato herbáceo, que limita las poblaciones de conejos.
  • Los accidentes ocasionados por los atropellos en las carreteras de las zonas donde acuden en busca de alimento
  • La caza indirecta y los métodos no selectivos de caza, como los cepos y lazos.